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  La verdad el 2020 lo empecé con mal pie. Lo que siguió fue a peor. Sensación de agobio, mal estar con uno mismo, mucha incertidumbre. Ganas de no salir de la cama. Miles de sonrisas tapadas por una fina tela. Creo que este año he aprendido que tengo que dejar esa mochila que llevo cargando tanto tiempo, que es solo un lastre en mi camino. Se que hay que mirar al pasado pero de vez en cuando y para que te dé impulso a ir hacia delante y no hacia atrás... que no hay que aferrarse tanto a alguien o a los recuerdo, o a lo que pudo ser y no fue. Deberíamos aprender a vivir un poco más y a pensar un poco menos en tonterías. Decir “te quiero” mucho a menudo. La importancia del tacto. Un año raro, un año duro. Normalmente siempre escribo todo lo que he aprendido en el año en el que dejo, pero este año más que aprender, he vivido, he conocido lo malo y lo bueno que llevo por dentro. He visto hasta donde es capaz de llevarme lo más oscuro de mis pensamientos. He comprobado que si los escucho me llevan a su terreno, de que por poco ganan la batalla. Tirar hacia delante sin agachar la cabeza, siempre con una sonrisa. Me gustaría muchas cosas en mi vida, pero este 2021 no va a ser un año de propósitos, va a ser un año de que pase lo que tenga que pasar, y de perdonar y perdonarme a misma por todas las cosas que he vivido, que me han hecho mella. 2020 lo empecé bastante mal pero ha terminado siendo mejor de lo que lo empecé. No hay que contar las veces que caes, tropiezas, hay que contar las veces que uno se levanta y lo sigue intentado. Hay que tener salud, estar bien con uno mismo y con los demás, tener mucha paz, y disfrutar más. 

Feliz 2021 

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